
Uno de cada 10.000 españoles sufre una enfermedad rara que le condena a la pérdida simultánea total o parcial de la visión y de la audición. Los pacientes sordociegos tienen un gran aliado en la genética clínica, pero la carencia de una especialidad impide que todos los afectados tengan acceso dentro del Servicio Nacional de Salud (SNS) a un diagnóstico precoz y a un asesoramiento genético que mejore el abordaje terapéutico y su calidad de vida.
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