
Paula Adam – Directora de Investigación de la Agencia de Evaluación y Calidad Sanitarias de Cataluña (AQuAS)
Paula Adam Bernad lo tiene claro: la ciencia debe cambiar. Su proposición viene acompañada de cuatro retos relacionados con nuevos objetivos: la entrada de actores clave, la igualdad de género en todos los aspectos de la investigación, nuevos liderazgos en los equipos y un cambio en la forma de evaluar las investigaciones. A través de esos puntos principales, la directora de Investigación en la Agencia de Calidad y Evaluación Sanitarias de Cataluña (AQuAS) impartirá esta tarde (16.30 horas) la conferencia ‘Impacto de la ciencia en la sociedad: ¿por qué, cómo y quién?’, durante las IV Jornadas Científicas organizadas por el Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB). La cita es en el Archivo General de la Región de Murcia.
-¿Qué beneficios ofrece la ciencia a la sociedad?
-Es complicadísimo de evaluar. El impacto en la sociedad o el planeta que tiene la ciencia es evidente y fenomenal. Sin embargo, es difícilmente atribuible porque hay muchísimos otros aspectos que también contribuyen. Se ha estimado que en enfermedades como el cáncer o las cardiovasculares la inversión retorna en un 10% en bienestar social y un 20% en la parte económica, o sea, un 30% en total. En cuanto al multiplicador a tiempo real, cada euro que se invierte en el sector científico se multiplica por tres.
-Pero estas cifras no son conocidas. ¿Significa que se mantiene una brecha a la hora de trasladar estos beneficios a la opinión pública?
-Es una de las cuestiones que pone al panorama científico en crisis. Hay varias cosas que tienen que cambiar y una es esta. La ciencia tiene la dificultad de saber explicar a la sociedad cómo está contribuyendo a mejorar y aportando valor. En parte se debe al tiempo que tarda una investigación en trasladarse, con una media de 17 años, que pueden llegar a convertirse en 25 en enfermedades como el cáncer y las cardiovasculares. También se enfrenta a la amenaza de la postverdad. Cualquiera coge un dato y lo interpreta, pero hasta que lo ofrecen los científicos, tan basados en la evidencia, pasa mucho tiempo.
-¿Es posible qué este periodo de máxima difusión por parte de las instituciones se compagine con un auge de las pseudociencias?
-Es otro síntoma de que la ciencia no ha sabido explicar su retorno social. Hay una desconfianza social. Es marginal, pero existe. El que acude a las pseudociencias es porque ha perdido la confianza en el sistema actual, basado en los avances científicos. A menudo estas pseudociencias, como las terapias alternativas, cuidan mucho a las personas, más que al conocimiento. Y esto es lo que necesitan a menudo: sentirse escuchadas.
-¿De qué cambios va a hablar en su conferencia?
-Hay muchas cosas que están cambiando en el mundo científico y es importante adaptarse. Por ejemplo, hasta ahora las convocatorias de investigación financiaban el desarrollo de resultados científicos y el investigador tendía a acabar su tarea cuando había conseguido publicar. Esto ha llevado a gran volumen de publicaciones, pero no siempre se transforman hacia una sociedad mejor. Parte del nuevo programa europeo va a estar organizado para perseguir grandes misiones, lo que significa un cambio importante. Los investigadores tendrán que definir muy bien las preguntas de investigación y su orientación a misiones. Para ello, la co-creación con pacientes, decisores, planificadores y ‘usuarios’ del conocimiento es clave. La ciencia tiene que ir abriéndose a los grandes retos no solo de la sociedad, sino del planeta.
–¿Qué otros aspectos cambiarán en la ciencia en los próximos años?
-Otra de las asignaturas pendientes es la igualdad de género. Hasta los años 70, los ensayos clínicos en Estados Unidos se hacían solo con hombres. Esto ha cambiado mucho, pero aún la ciencia sigue avanzando más rápido para ellos. Si miras los fármacos cardiovasculares o para la osteoporosis, la manera en que responden el hombre y la mujer al tratamiento no es igual. Cuando se hacen ensayos clínicos se ciega la variable género. Pero esto está cambiando, y no solo en cuanto al contenido de la ciencia, sino también en cuanto a quién hace ciencia. El número de mujeres disminuye conforme avanza la carrera científica. Es lo que se llama la tijera de género. El talento femenino no está presente en las posiciones de liderazgo. La revista ‘The Lancet’, en un ejercicio de reflexión, habló del ‘ciclo vicioso’. A las mujeres le cuesta más publicar en las primeras posiciones de los artículos; por tanto, tienen menos posibilidades de conseguir financiación, están menos invitadas a congresos, tienen peor visibilidad y, con ello, menos posibilidad de promoción.